Queridos amigos,
Lo que más me gusta de este blog es el hecho de que volvemos atrás en el tiempo y nos enteramos de gestos, de creencias, de esperanzas, de obligaciones y necesidades que pertenecen a un mundo que está muy lejos del nuestro, un mundo difícil, fatigoso, un mundo en el que la gente tenía que hacer muchos sacrificios, pero un mundo en el que había ayuda, solidaridad y mucha más alegría. Por ejemplo, después de la cena, la gente solía econtrarse en los barrios, que en aquella época estaban muy poblados, cantaba y bailaba con el sonido del organillo y se pasaba la noche en alegría a pesar de que la mañana siguiente tenía que madrugar.
Época de gran solidaridad, como decía antes, solidaridad muy diferente de la que hoy se invoca y tanto se espera. Mi abuela me ha contado que antes las pesonas del pueblo ayuadaban a las jóvenes mujeres con niños que vivían solas, sin sus maridos que estaban en guerra o que las habían abandonado, dandoles pedazos de pan, quezo o leche. Hay otra historia interesante relacionada a esto: muchas veces la falta de comida o las malas condiciones de vida impedían a las madres producir leche para sus criaturas por lo que las otras mujeres con criaturas que tenían más leche “adoptaban” a los niños de las mujeres desafortunadas y los lactaban. Mi abuela fue una de esas mujeres. Tenía mucha leche y amamantó dos niños que hoy en día todavía la llaman “mamá”. Siempre la gente compartía lo que tenía con los demás, sobretodo la comida o los alimentos más costosos, como el aceite o la sal, por ejemplo. El dinero no alcanzaba ni siquiera para lo necesario. Las mujeres, por ejemplo, no podían comprar el jabón y tenían que “prepararlo” ellas mismas: mezclaban en una olla aceite y soda cáustica, los cocían y los hacían en pedazos que dejaban secar y luego utilizaban para lavar la ropa en el lago. Otra técnica utilizada para hacer la colada era la de lavar la ropa con agua y ceniza: las mujeres ponían la ropa en una cesta, le derramaban el líquido, llamado colata “colada”del que toma su nombre, con una jarra y la dejaban así para todo el día, después la enjuagaban con agua caliente y la tendían. Mi abuela siempre me dice que tiene gana de hacerlo de nuevo porque la ropa huele a limpio y los detergentes de hoy no pueden hacer lo mismo.
Muy interesante es considerar también los remedios para las enfermedades. Yo misma he recurrido a unos de estos y también vosotros podéis hacerlo ¡intentad!
Cuando alguien tenía el resfriado, para curarlo, ponía el azucar en carbones ardientes y respiraba el humo que estos producían, bueno es una técnica incómoda después de la que vas a oler a humo, pero funciona muy bien: de hecho libera las vías respiratorias y te deja respirar sin problemas. Hay también variantes de esta práctica: por ejemplo, se puede respirar el vapor que producen las hortalizas, lechuga o espinacas, hervidas en agua, poniendose un cañamazo en la cabeza para cubrir las posibles vias de salida del vapor. Para todos los que no quieren tomar medicinales estas son las soluciones justas y alternativas, y sobretodo ¡funcionan a la perfección!
Es evidente que vivir en aquella época ha sido muy difícil y la gente tenía que hacer cosas que hoy consideramos raras o imposibles. Sin embargo, esta era la vida y mis abuelos sostienen que era mucho mejor vivir antes que hoy. A pesar de la fatiga, de los dolores o de las faltas de todo, incluso de lo necesario, la gente era feliz de la vida, a lo mejor porque apreciaba lo poco que tenía y lo único que deseaba era la salud o, de todos modos, la sencillez. Hoy tenemos todo pero creo que todavía nos falta algo: agradecerle a la vida por lo que nos ofrece, bueno o malo, porque todo da sus frutos y sin mirar atrás, hacia este mundo, no podemos vivir bien nuestro presente y nuestro futuro.
Ele.
mercoledì 6 gennaio 2010
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