mercoledì 6 gennaio 2010

¡Hola amigos!
Hoy este camino nos lleva de nuevo a una tradición religiosa que ya se ha perdido en mi pueblo: la de las peregrinaciones, bueno no es que se ha perdido sino que ya no tiene las características de los tiempos pasados. Como siempre os he dicho, Gorga es un pueblo pequeño en el que la gente suele guardar y repetir costumbres o acciones que pueden parecer insignificantes pero que para el pueblo son importantes, a veces porque recuerdan aromas o colores de la infancia, o porque están ligados a momentos especiales de la vida. Las peregrinaciones son un ejemplo. La comunidad de Gorga quiere respetar sobretodo dos itinerarios: hacia el Santuario de la Trinidad y de San Pio de Pietrelcina. Antes había otra peregrinación: hacia el Santuario de la Madre del buen consejo muy sentida. Existía una compañía copiosa de personas que iba al Santuario a pie. Hoy todo es más simple porque llegamos con el autobus que es muy cómodo y nos hace ahorrar tiempo y fatiga. Sin embargo, antes no era así, cuando digo que las peregrinaciones hoy ya no son las misma me refiero exactamente a esto: o sea que hoy los peregrinaje se han convertido en excursiones. Originariamente eran viajes que se hacían para pedir gracias divinas o para ofrecer una oblación al Santo del Santuario, por lo que a menudo se andaba a pie descalzo o de rodillas, por ejemplo. De todos modos, la compañía se encontraba a mediodía en la plaza pricipal del pueblo con el estandarte de la Parroquia y se encaminaba hacia Colleferro (otro pueblo cercano a Gorga) donde pernoctaba. La mañana siguiente, a primera hora, los peregrinos se marchaban para Genazzano (sede del Santuario). Durante el camino se hacían cantos y oraciones hasta un punto, generalmente a un km antes la llegada, donde se esperaban a los que se habían quedado atrás. Todos juntos hacían una fila y cantaban las alabanzas a la Virgen. Los peregrinos dedicaban todo el día a las oraciones, a las prácticas religiosas. Como al Santuario llegaban poco a poco otros grupos de creyentes, este día era también ocasión de encuentro o de intercambio. Se volvían a ver pesonas que se habían conocido los años anteriores, por ejemplo. La jornada pasaba de prisa y cuando llegaba la noche todos los peregrinos, no solo los de Gorga, dormían en las escaleras de la Iglesia del Santuario. La mañana siguiente los peregrinos madrugaban y se encaminaban para volver a casa sin hacer paradas. La única parada se efectuaba en una pequeña iglesia dedicada a la Madre del buen consejo, ubicada en un camino de la montaña de Gorga que fue refugio de las bombas de la segunda guerra mundial. Aquí el grupo se reuniba y se encaminaba hacia Gorga cantando y rezando. Los niños del pueblo, al esperar el regreso de los peregrinos, se encontraban en la cruz de hierro que delimitaba la calle de la que llegaban los peregrinos, se hechaban y ponian las orejas pegadas al suelo para escuchar el ruido de los pasos de los Madonnari, así llamaban a los peregrinos. Los niños esperaban al grupo de creyentes sobretodo porque les traían pequeños y sencillos regalos: brazaletes de algodón, medallas con las imagenes de los Santos, para las muchachas más grandes coronas de rosas de papel. Eran días de fiesta, de espera, que de nuevo, unían la población entre sentimientos de amistad y de ayuda, sobretodo entre el grupo de peregrinos, compuesto por personas de diferentes edades: jóvenes, adultos, incluso ancianos, que ayudaban a los más débiles. Hoy, repito, todo eso se perdió y es una lástima porque si todavía hubieran estas ocasiones, la gente sería más humilde: porque quien necesita ayuda entiende que no puede hacer solo y que el otro es indispensable; del otro lado los más fuertes tienen que dejar a un lado orgullo, rabia y envidia en situaciones de necesidad como estas y ayudar a los demás.
Ele.

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